Claves y Umbrales

Blog personal de Dante García Berlanga

Categoría: Divagación

Justificación de mi semblanza de autor

Cuando envié El mono del pantano a la revista Síncope puse en mi semblanza que busco “referir la experiencia del delirio, la reclusión y el misticismo y la ironía”. A un amigo le llamó la atención esta semblanza, me preguntó si yo «creía en el misticismo» y me puso a pensar sobre la semblanza que había hecho: Para empezar la ironía pierde la gracia si se explica que está ahí; es como explicar un chiste o como si el Diablo admitiera que es el Diablo. Delirio… pues todo lo que uno escribe es una idea que lo tiene a uno obsesionado y que no sabe resolver; si uno tuviera las ideas totalmente claras no escribiría nada. Reclusión suena al típico cliché del escritor solitario. Y decir misticismo es hablar vagamente; si uno usa la definición rigurosa es una práctica relacionada al Cristianismo y eso tampoco es lo que quiero que se entienda.

Decir que creo en el misticismo, tal como yo lo entiendo, sería como decir que creo en los sueños que tengo por las noches. Lo que yo entiendo por “misticismo” es que existe un misterio y diferentes métodos para comprenderlo. Sería como pararse frente al mar, preguntarse “¿esto qué significa?” y pensar y pensar… Pero de eso se trata todo el arte. En ese sentido cualquier forma de arte sería un misticismo. Aquí creo que debo hacer un paréntesis algo abrupto porque siento que si yo dijera que “hago arte” me estaría dando atribuciones que no me corresponden.

Creo que es pretencioso decir que uno “hace arte” —aunque todos los intentos creativos son válidos— porque uno no es quien lo decide; son los demás y el tiempo quienes se encargan de ello. Uno se «sintoniza» a los demás y a la sociedad en la que uno vive y crea cosas de acuerdo a ellos. En El regreso de los dioses Fernando Pessoa dice: «El artista no expresa sus emociones. Su tarea no es esa. Expresa, de sus emociones, aquellas que son comunes a los otros hombres«.

En resumen, creo que me conviene hablar de temas en vez de experiencias. Todo lo que subí a este blog lo escribí con el tema del misticismo en mente.

ON THIS PICTURE:

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(Source: Undetermined; Google Image Search shows undetermined sources)

I laughed at this picture I found in the Internet.

I think I might know why I laughed. I think it was because I am that kid. I mean, I WAS that kid, that kind of kid. I had that kind of trouble understanding how the world worked. I mean, I had intuition, I think we all have it at that age: intuition, which is «to arrive at logic conclusions without being conscious of the premises and the processes that produce said conclusions.»

I had… trouble every time I tried to be precise, at that age, when I was a kid. I think it was because I had trouble discerning the objects in the world. I also had trouble establishing hierarchies as I lacked a system of observation and classification of the info I was constantly gathering.

Sometimes, I would use an inadequate mindset to solve or understand a problem. Let’s say I was playing «Tetris» and I was using the logic of another game. Let’s say «Pac-man». But that makes no sense, that was a bad example.

Let’s say that I often mix or mistake all kinds of systems, like that time when a kid was punching me in the face and I tried to kick him in the legs instead of covering my face or trying to avoid the punches.

Sometimes I just do nothing, I just stand still there and watch, in order to learn how to solve or understand a problem, but this has been proved to be counterproductive since I’m always perceived as a passive individual and, sometimes, in the worst scenarios, I am perceived as a suspicious individual and I have that kind of social trouble with other persons, which is a little bit more complex than the cognitive trouble I had as a kid.

I often suspect that these observation instruments that I lack… I, I still lack that lucidity.

ESPAÑOL

Me reí de esta imagen que encontré en Internet.

Creo que sé por qué me reí. Creo que fue porque yo soy ese niño, quiero decir, yo ERA ese niño, esa clase de niño. Tenía esa clase de problemas para entender cómo funcionaba el mundo. Quiero decir, tenía intuición, creo que todos la tenemos a esa edad: intuición, que es llegar a conclusiones lógicas sin ser consciente de las premisas y los procesos que producen dichas conclusiones.

Yo tenía… problemas cada vez que intentaba ser preciso a esa edad, cuando era niño. Creo que era porque tenía problemas para discernir los objetos del mundo. También tenía problemas para establecer jerarquías pues carecía de un sistema de observación y clasificación de la información que recibía constantemente.

En ocasiones utilizaba una mentalidad inadecuada para resolver o entender algún problema. Digamos que estaba jugando «Tetris» y que usaba la lógica de otro juego, digamos «Pac-Man». Pero eso no tiene sentido, fue un mal ejemplo.

Digamos que con frecuencia mezclaba o erraba toda clase de sistemas, como aquella vez en que un niño estaba golpeándome en la cara y yo le pateé los muslos en lugar de cubrirme la cara o evitar los golpes.

A veces simplemente no hacía nada, simplemente me quedaba quieto y observaba para aprender cómo resolver o entender un problema. Pero en la actualidad esto resultaría ser contraproducente puesto que yo sería percibido como un individuo pasivo y, en los peores casos, como un individuo sospechoso y entonces tendría esa clase de problemas sociales con otras personas que son un poco más complicados que los problemas cognitivos que tenía de niño…

Con frecuencia sospecho que aquellos instrumentos de observación de los que carezco, a mí… yo… todavía me falta algo de lucidez.

SEÑALES DE HUMO

Cielo negro con lunares; son señales de humo, son nubes que se envían al cielo desde el desierto, en forma de cadena, similar a la clave morse. Son obra mía, aprendí a hacerlo a los cinco años. Uno piensa que hay alguien invisible y cercano que también voltea al cielo y las ve; un colega imaginario, un grupo de hermanos proyectados en la mente.

Veo que son señales sordas, de una sola dirección; carecen del vacío o la negrura que arrebatan una respuesta. También veo abismos; camino por los cañones azules. He viajado durante muchos años hasta este desierto donde soy mudo.

Escucho sonido por encima de mí, es una voz sofocada, se le ha metido arena a esa voz: «no entiendo lo que ocurre… no recuerdo… más allá… ¿qué le está pasando…? un amigo… porque lo sé… músico… trato de olvidar… debajo…»

No entiendo una sola palabra, los balbuceos siempre me han irritado. Pero la voz hiere y no sé por qué. Supongo que hiere porque me hiero yo mismo.

Finalmente me he dejado guiar por la voz, como si delinease un mapa, no de contornos, límites o fronteras, sino de profundidades o matices. Ahí está: un palacio blanco. En el vestíbulo se escucha un piano. El sonido que emite se asemeja al de un radar sonar. Debo estar cerca de lo que busco, me digo a mi mismo, y mis palabras se convierten en un mapa diseñado para dar conmigo.

¿Por qué he venido hasta aquí?, pienso. Para ser encontrado.

SOMBRAS, UMBRALES, CLAVES Y LLAVES

Este texto lo escribí originalmente en Junio del 2011 y contiene varias ideas que ya no considero correctas. Por vergüenza me dan ganas de descartarlo, pero quiero dejar un archivo de mis textos para la posteridad por si algún día muero de vergüenza.

Antes que nada, ¿Qué diferencia hay entre la palabra clave y la palabra llave? Las dos tienen exactamente la misma raíz del latín: clavis. En el español una llave es un instrumento físico, mientras que la clave es simbólica. La palabra clave está mas cerca de su raíz original y es algo que existe, en mayor grado, en el mundo de las ideas.

A pesar de que umbral no tiene nada que ver etimológicamente con las sombras, uno puede llegar a darse cuenta de que existe, en la cercanía de un umbral, una zona envuelta en oscuridad. Probablemente es uno el que está envuelto en penumbras, tal vez lo desconocido yace detrás de una puerta, tal vez el mundo es claro y lo ensombrecemos cada vez que abrimos umbrales como un queso que se llena de agujeros.

Pero la explicación anterior está impregnada con la ilusión de la dualidad y los opuestos. No basta con que por un lado existan claves y por el otro umbrales, no es verdad que por un lado sólo hay luz y por el otro oscuridad. Este esquema de pensamiento de un sólo eje ha sido calificado como miope y falso en recientes ocasiones y al parecer esta opinión es la que va ganando. Resulta interesante que muchos de los embates provengan de la cultura pop actual: películas como Donnie Darko, cómics como Watchmen y The Punisher y escritores y guionistas posmodernos –a falta de una mejor manera de llamarlos– como Grant Morrison han tratado este tema bajo distintas perspectivas y la conclusión invariablemente demuestra que es una visión limitada si se le compara con otras formas de pensamiento. Maniqueísmo; es la palabra que se utiliza para identificar esta manera de percibir y clasificar las cosas del mundo. La palabra misma tiene incluso connotaciones desfavorables.

Otra situación curiosa es que, según Ferdinand de Saussure, la naturaleza básica de los nombres, o mejor dicho de los signos, es dual –concepto e imagen acústica o significado y significante–, pero recientemente leí un texto, muy fácil de digerir, de una mujer llamada María Cristina Mata, donde se menciona una estructura triple del signo: significado, significante y, además, agrega el elemento del referente, el cual es el objeto que existe en la realidad sin haberse convertido aún en concepto. Tiene sentido. Si se dividió el ámbito ideal del signo en dos conceptos diferenciados; significado y referente, entonces el significante, que existe en el plano material, podría dividirse también, tal vez hasta el infinito. A veces, cuando leo textos sobre el estudio de los signos hay algo que me insinúa que ni siquiera un mismo signo “dice” lo mismo dos veces porque intervienen elementos como la intención, el contexto, la inflexión de la voz, las perspectivas desde donde se percibe, etc. Variables irrepetibles crean interpretaciones irrepetibles e infinitas… Pero temas como estos ya los trató Borges en sus cuentos y por esa razón resultan trillados.

Regreso al título de mi blog. Por un momento pensé que le había dado un nombre inadecuado y por ello titubeé. Si uno sufre una decepción cuando se percata de que le ha dado un nombre ineficaz a algo, ¿cuánta frustración sentirá el mundo –el mundo de los humanos– cuando todos comiencen a sospechar que los nombres que se le dieron a todas las cosas probablemente nunca fueron los adecuados y que fracasan en contener la esencia de lo que se nombra?

Y aún así he leído textos –aglutinaciones de nombres– que de hecho serían literalmente llaves, si fuera posible traducirlos a través de los planos ideal y material; he leído textos que guardan, enterrados, bajo capas y capas de retórica y encrucijadas lógicas, conocimientos prohibidos, por alguna razón prohibidos; he leído textos que son como las certezas o incertidumbres que el autor se murmura a sí mismo para trazarse un mapa y localizarse en algún punto del universo. Las palabras, los nombres, tienen algún poder más allá de lo aparente y pueden generar los matices necesarios para reproducir la realidad con gran fidelidad e incluso llegar a transmutarla.