SEÑALES DE HUMO

Cielo negro con lunares; son señales de humo, son nubes que se envían al cielo desde el desierto, en forma de cadena, similar a la clave morse. Son obra mía, aprendí a hacerlo a los cinco años. Uno piensa que hay alguien invisible y cercano que también voltea al cielo y las ve; un colega imaginario, un grupo de hermanos proyectados en la mente.

Veo que son señales sordas, de una sola dirección; carecen del vacío o la negrura que arrebatan una respuesta. También veo abismos; camino por los cañones azules. He viajado durante muchos años hasta este desierto donde soy mudo.

Escucho sonido por encima de mí, es una voz sofocada, se le ha metido arena a esa voz: «no entiendo lo que ocurre… no recuerdo… más allá… ¿qué le está pasando…? un amigo… porque lo sé… músico… trato de olvidar… debajo…»

No entiendo una sola palabra, los balbuceos siempre me han irritado. Pero la voz hiere y no sé por qué. Supongo que hiere porque me hiero yo mismo.

Finalmente me he dejado guiar por la voz, como si delinease un mapa, no de contornos, límites o fronteras, sino de profundidades o matices. Ahí está: un palacio blanco. En el vestíbulo se escucha un piano. El sonido que emite se asemeja al de un radar sonar. Debo estar cerca de lo que busco, me digo a mi mismo, y mis palabras se convierten en un mapa diseñado para dar conmigo.

¿Por qué he venido hasta aquí?, pienso. Para ser encontrado.