Claves y Umbrales

Blog personal de Dante García Berlanga

Mes: May, 2013

EL EQUILIBRIO

Caí de unos dos metros más o menos. Grité. Aún en el piso grité un poco más, «¡aw!, ¡aw!» El sonido sordo de la música en el cuarto de al lado se detuvo y escuché la puerta abrirse. Mi compañero de cuarto debió haberse quedado al pie del umbral pues no escuché nada más. Me lo imaginé al otro lado de la pared, inmóvil y atento, con la mano en el picaporte y con un pie delante del otro.

Me parece que grité más por la impresión de caer que por el dolor. Jamás había caído de tan alto y de cabeza. El grito había sido más una expresión de sorpresa: «¡mira nada más, me caí!» Bien pude quedarme completamente callado.

Me volteé boca arriba trabajosamente y así me quedé, entre los pedazos de plástico y el barandal que se habían desprendido de la litera. El sol entraba por la ventana. Era mediodía.

—¿Qué pasó? —Gritó mi compañero de cuarto.

—Me caí.

—¿Te caíste de la litera?

—Sí. Se rompió el barandal.

—¿Estás bien?

—Creo que sí.

—¿Te fracturaste un hueso?

—No.

—¿Estás seguro?

—Sí. Sólo me duele un poco el hombro derecho y la cabeza.

—¿El hombro? ¿Te fracturaste el hombro?

—No. Caí sobre mi hombro y me golpeé la cabeza, pero no tengo ningún hueso roto.

—¿Quieres que llame a una ambulancia?

—Ya te dije que no me fracturé nada —Mi compañero de cuarto hizo una pausa. Me perdí un momento mirando las piedritas del techo. Imaginé que se formaban caras y figuras—. Ni siquiera caí de muy alto. La litera no es tan alta.

—¿Entonces estás bien? ¿Estás de pie?

—No. Pero creo que si quisiera levantarme podría hacerlo.

—¿Puedo regresar a mi cuarto? ¿Estás seguro de que estás bien?

—Sí, sí. No te preocupes.

Lo escuché cerrar la puerta lentamente. Tres segundos después se reanudó la música.

Me quedé recostado. Me sentía cómodo en el piso a pesar de que estaba bastante sucio y tenía una sensación punzante en el hombro. Me pareció agradable poder descansar de la rutina un momento.

Pensé en la situación. Si me hubiese lastimado seriamente hubiera terminado en el hospital. Tal vez hubiera tenido que llevar el brazo en cabestrillo y vendas en la cabeza. Tal vez mis amigos me habrían visitado para asegurarse de que estuviera bien. Eso habría sido agradable, pero no habría solucionado nada. Habría perdido algunas semanas de mi vida y posiblemente el trimestre. Tuve suerte. La caída ni siquiera dejaría marcas visibles, nadie sospecharía que me había caído a menos que yo lo mencionara.

Pensé en levantarme. Pronto tendría que preparar una presentación y organizar mis borradores de la tesis para el día siguiente. Me esperaba otro día frente la computadora.

No me levanté. Me quedé donde estaba, mirando las figuras del techo. Me froté la cabeza. También sentía una leve punzada en la sien. Imaginé mi cerebro como una especie de aparato con cables y circuitos. Me hizo gracia. Pensé «qué tal si me vuelvo loco» y me reí.

Culto de Harpócrates

i

Mis vecinos hacen ruido.

Un monje budista sería feliz bajo cualquier condición pero yo no porque no soy consciente de mí mismo, del mundo y de los demás.

Quisiera hacer algo por el mundo. El mundo debería ser más silencioso, sin ruido general, sólo ruido individual para quien lo desee.

Tengo la impresión de que muchas personas entienden el ruido como música de mala calidad y se quejan del género de la música en vez de quejarse del ruido en esencia.

Tengo la impresión de que muchas personas no consideran ruido su propia música. «Esta música es estúpida, la mía no». Ese razonamiento es suficiente para que hagan ruido. Incluido tú.

Tengo la impresión de que toda la gente (incluido tú) no piensa nunca en la posibilidad de estar haciendo absolutamente todo mal sin darse cuenta de ello.

Mi estómago se siente como el cadáver de alguien a quien le han malinterpretado las palabras.

Hacer ruido es como cargar bolsas de basura y vaciarlas en el piso.

Hacer ruido es como llevar un salero a la cocina de un restaurante y arruinar con sal toda la comida.

Hacer ruido es como entrar a un elevador repleto y empujar a la gente.

Hacer ruido es como formarse en una fila y encender un cigarro.

Si los vecinos fueran mis amigos no estaría molesto con ellos porque los comprendería. Tomaríamos turnos; escucharían música ellos y después yo.

Las paredes no son muy gruesas, se escuchan susurros. Escucho todo.

Si los vecinos fueran mis amigos serían más considerados conmigo. Les habría hecho saber que hacer ruido es egoísta, hace sentir solitaria a la gente.

El ruido del internet es particular, ocurre en la mente de un individuo, se puede organizar.

El ruido de los vecinos es plural, ocurre en el ambiente, no se puede hacer nada al respecto.

Vivir como un monje budista es cambiar uno mismo, adaptarse al mundo. Es estar hecho de agua.

Escribir es desear influir en el mundo, es adaptar el mundo a uno. Es querer hacer magia.

Escribir es una acción.

La única forma en que la escritura no se convierte en una acción o un intento de adaptar el mundo a uno mismo es quemándola.

Mi nombre es Héctor Parsa.

ii

«Héctor quiere hablar»

«Héctor quiere decir algo»

esas frases me hieren

porque significan que hay ruido

y el ruido me ha aislado

yo mismo me he aislado

por levantar la mano

por esperar mi turno

por necio y obstinado

por no jugar el juego de todos

por escucharlos

nadie dice nada de todas formas

escucho todo

nadie dice nada

y lo dicen tan fuerte

los yuppies

disfrazados de hippies

en los jardines

fuman en pipa

tosen

y se atragantan

con el mayor ruido posible

corren a clase

hablan a gritos

enfrascados en sí mismos

escuchándose

hacer ruido

es sentirse escuchado

por los demás

no hacer ruido

es escuchar a los demás

y a uno mismo

me llaman introvertido

encerrado en mí mismo

y yo soy el que está afuera

el que los escucha.